¿Por qué una propiedad en Menorca?
Menorca, la isla más oriental del archipiélago balear, es distinta a las demás. Aunque su nombre se traduce como «más pequeña» (en relación con Mallorca), su carácter es muy vivo. Está llena de contrastes: por un lado, un espacio relativamente pequeño está repleto de todo tipo de monumentos megalíticos y vestigios de numerosas culturas – prueba de la historia, rica en experiencias.
Por otro lado, tiene más de 200 km. de costa con playas preciosas, calas solitarias y una naturaleza virgen. La isla tiene en total 23 playas. El tiempo parece que se detiene, olvidando así los problemas y con la posibilidad de descansar.
El desarrollo turístico de Menorca, a diferencia de otras islas, empezó mucho más tarde y no hay grandes complejos hoteleros. Por eso, las playas se conservan mucho mejor. Hasta el punto de que en 1993 la UNESCO declaró a Menorca Reserva de la Biosfera.
A los habitantes de la zona les encanta contar una leyenda que dota al viento «tramuntana», que sopla por aquí, de unas propiedades místicas. Tramuntana – te lo contará un autóctono con un susurro misterioso – es capaz de influir en los pensamientos y las acciones de las personas. ¿Qué otra explicación tiene que los turistas no quieran irse de la isla? Menorca los atrae como un imán.
Así lo dicen, y se echan a un lado, disimulando con una sonrisa cargada de felicidad.
El clima de Menorca es el típico de la región mediterránea, con períodos de sequía bastante largos. Las ciudades más grandes de la isla son Maó y Ciutadella. En la isla encontrarás indicios de historia, distintas playas, restaurantes al aire libre y un ambiente tranquilo.
Maó (Mahón) es la capital de Menorca. En su estructura urbana se puede apreciar perfectamente la influencia británica, puesto que la isla perteneció en su día a la Corona inglesa. También repercutió en sus habitantes de forma muy curiosa: les gustaba la ginebra inglesa. En Menorca, esta bebida se mezcla con limón amargo. Además, los habitantes de Menorca cuentan que el conocido romance entre el almirante Nelson y Lady Hamilton empezó en el puerto de la ciudad.
Qué hacer en Menorca
Los habitantes presumen de sus museos y su centro científico. Pero su mayor orgullo es Trepukó, un asentamiento prehistórico en el distrito sur de Maó que tiene el mejor ejemplar de Taula (Taulas – megalitos en forma de T, con una altura superior a los 3 metros en algunos casos). También son importantes los siguientes descubrimientos – indicios de culturas antiguas en Torreló y Talatí de Dalt: Taulas, habitaciones con columnas y restos de viviendas. Todo esto constituye el patrimonio cultural de Menorca.
Ciutadella se siente orgullosa de haber sido la capital de la isla durante mucho tiempo (desde el inicio de la época musulmana y hasta el siglo XVIII). Su carácter aristocrático es muy evidente por el gran número de casas-palacio que hay en sus calles. El tono cálido y rojizo de las fachadas de las casas de Ciutadella está inspirado en la estética veneciana.
El título honorífico de Monumento Nacional se otorgó no solo a un monumento, sino a toda la ciudad. Las fiestas organizadas por los habitantes tienen un gran valor. Por ejemplo, el «día de San Juan». En este día, los aristócratas, vestidos con pantalones cortos, frac, sombreros puntiagudos y con espadas en la mano, se pasean a caballo por las calles de la ciudad.
Los pueblos de Menorca están también a la altura, cada uno a su manera. Por ejemplo, el pueblo de Torreta, donde la naturaleza es virgen y limpia y las paredes de las casas están pintadas de blanco nieve. Los habitantes del pueblo de Ferrerías optaron por pintar las paredes con blancos y rojos intensos y brillantes.
También es interesante San Diego, no por los muros de las casas, sino por el hecho de que en las celdas monásticas que se conservan del antiguo monasterio franciscano los habitantes organizan talleres e incluso acondicionan algunas de las celdas para vivir.
El pueblo de San Clemente no destaca excesivamente, aunque quizás, solo sea por el hecho de que todavía se pueden conocer hippies. Y es que en las Calas Covas siguen viviendo los descendientes de los mismos hippies de los años 60, que en su día eligieron la isla como «paraíso en la tierra». Esta pequeña comunidad vive en cuevas bajo un acantilado. Aquí la comida se prepara de forma casi primitiva y reciben las noticias a través de una radio de transistores. Los hippies se encargan de conservar el orden y la limpieza en la cala para que el «paraíso» siga siendo apto para vivir.
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